Buques y bases de la Armada llevan adelante tareas de clasificación y control de los residuos que genera cada campaña para preservar al continente más puro del planeta.
Antártida – La presencia del hombre en el continente más puro de la Tierra podría significar la intervención negativa del ecosistema y la pérdida consiguiente de esa condición de pureza. Atento a esa preocupación es que existe una serie de pautas de acciones a llevar a cabo. Una de esas acciones está relacionada con la generación de basura y su correspondiente tratamiento. Al respecto, todos los buques de la Armada y las bases argentinas en la Antártida realizan un exhaustivo trabajo y control sobre la clasificación, reducción de volumen, estiva y posterior tratamiento de la basura que se genera en cada campaña.
La normativa está establecida en el Protocolo de Madrid, que determina que no se puede realizar ninguna intervención al medio ambiente en el continente blanco. Es decir, que no se puede intervenir sobre la flora y la fauna, ni desechar residuos en forma incorrecta porque derivaría en una alteración del medio.
Cómo se trabaja
Para su tratamiento, el primer paso sobre los desechos es la clasificación en el lugar de origen en cinco grupos: 1) código de color negro: residuos sólidos biodegradables, como restos de alimentos, papeles, maderas y trapos limpios; 2) color amarillo: residuos no biodegradables, como plástico, polietileno, caucho, cables ferrosos, fibras sintéticas, cenizas de la incineración de residuos del grupo 1, víveres vencidos y envases metalizados; 3) rojo: residuos peligrosos líquidos, sólidos y gaseosos y cualquier elemento que esté impregnado con esos residuos (este grupo se subdivide en 46 categorías); 4) verde: residuos sólidos inertes que, aunque su degradación no aporta elementos perjudiciales al medio ambiente, su dispersión atenta contra el valor estético, como vidrios, latas, chapas, restos de estructuras metálicas, tambores limpios, alambres, restos de concreto u hormigón, ladrillos, sunchos de embalajes; y 5) residuos cloacales.
La modalidad es, en primera instancia, colocar los recipientes contenedores de cada grupo de basura identificados con carteles y su color determinado y entrenar al personal sobre la importancia de la separación de residuos.
Puntualmente, a bordo del transporte ARA “Bahía San Blas” y a modo de ejemplo, “se trata de tener los tachos en los lugares donde más se genera la basura, como en las camaretas y en la cocina”, explicó el Suboficial Principal Flores, quien cumple funciones de suboficial de unidad.
Concientización
El procedimiento consiste en que el personal debidamente instruido y concientizado deseche su basura en el tacho correspondiente en el interior del buque. Una vez llenos se vuelcan en los del exterior y una parte de ella, como cartones y latas, se reduce en volumen a partir de una compactadora eléctrica que funciona con una prensa hidráulica.
Para el Suboficial Flores “lo principal fue concientizar a la gente de que cada recipiente conserve los grupos designados”.
Otro tanto ocurre en las bases antárticas, tanto sean permanentes como temporales. En el caso de la base Orcadas la generación de basura por dotación en cada campaña es mucho mayor y el trabajo debe ser de compromiso colectivo para que la concientización se produzca más rápidamente.
Guardia de basura
El Teniente de Fragata Médico Alejandro Carbó fue el oficial encargado de medio ambiente durante su invernada 2016 y compartió responsabilidades con el Cabo Principal Enfermero Marcelo Morales como suboficial encargado de las tareas al respecto.
Además se organizó una guardia semanal de dos personas de la dotación que debían ocuparse de la clasificación por tacho de toda la basura generada, hacían la recolección dos días a la semana y se llevaba al punto donde se clasificaba la basura que era el galpón número 2. Esa guardia fue cubierta por absolutamente todo el personal de la base.
Sobre la toma de conciencia, el Teniente Carbó consideró que “costó desprenderse del mal hábito de meter todo en una misma bolsa, pero al poco tiempo ya todo el mundo sabía lo que debía hacer. Todos hicimos guardia de basura y cada uno valora lo que es tener que clasificarla”.
Para un fácil acceso a los tachos, estos se ubicaron en la casa principal, en el pasillo general y en la cocina; y en los talleres de electricidad, de control de averías, máquina y electrónica.
Una vez que la basura llegaba al galpón y era nuevamente clasificada iniciaba la etapa de quema o era compactada según el caso y el grupo. La base cuenta con dos compactadoras, una grande vertical con capacidad para 200 litros y una horizontal que compacta plástico y metales. Después existe un horno pirolítico donde se queman los residuos orgánicos. Eso transforma el grupo número 1 en grupo número 2 que son cenizas. El horno pirolítico tiene filtros que son los que depuran el humo de la combustión de modo que no contaminan el medio.
Los vidrios, por su parte, se trituran para reducir el volumen. Toda esa basura reducida se pone en tachos de 200 litros y se identifica con las iniciales de la clasificación.
En el caso del grupo 3, se le agrega la categoría “Y” porque el material peligroso tiene un tratamiento especial cuando llega al continente y es según el material; entonces no basta con identificar el grupo sino que se debe aclarar qué tipo de material peligroso es. A partir de allí con los tachos debidamente cerrados y rotulados se lo lleva a la plaza de basura, donde se coloca sobre pallets por grupo.
Procesamiento final
“Cuando termina la campaña y se va a replegar el material uno informa la cantidad de metros y de peso de cada uno de los grupos porque con ese dato hacen la licitación de la empresa que se va a ocupar de su procesamiento”, detalló el Teniente Carbó.
El Teniente Carbó agregó que “cada mes hay que informar la cantidad de producción de residuos. A mitad de año se hace la proyección como para que se planifique sacar el material y trimestralmente se hace un informe medioambiental donde uno va apuntando todo aquello que podría estar atentando el medio para tomar medidas sobre eso. Hay un informe anual donde se hace la autoinspección de la base con una guía mediante la que se examina minuciosamente la planificación anual para corregir cualquier posible alteración”.
El último paso para la base es el repliegue vía buque con destino al continente, donde se entrega a las empresas contratadas para su tratamiento final.
Gaceta marinera – 27/1/17